lunes, 9 de junio de 2008

Walking 101.

Cuando apenas era jovencita, una adolescente, caminaba con la cabeza agachada, viendo al piso, me he de haber creído muy darky. De milagro no me estampaba cinco veces más de lo que me estampaba, siempre he sido una bruta para caminar. En una de esas era de mañana, una mañana de las diez de la mañana, gris, cool & moisty; caminaba por la vía del tren, sonreía porque hacía una luz muy clara, el aire se sentía limpio, la brisa dejó las tablas mojadas hasta lo café rojizo y la grava tan húmeda que resplandecía. Con cada paso caía suavemente en la siguiente tabla, la vía y mis piernas entendiéndose como nunca, la mañana orquestada para regalarme un momento precioso, una toma con excelente fotografía, tendría que llevar la cámara hacia abajo, claro, porque estaba viendo el piso, la vía, porque siempre estoy viendo el piso y a veces me estampo... y si viniera un tren? a huevo me suena el too too porque no mames, serían chingaderas que no le funcionara y yo fuera viendo la vía y sí, voltee hacia enfrente y era una locomotora la que venía en chinga a unos escasos dos metros de mí y contando... a la beis! A pesar del susto, hasta que me rompieron el corazón por primera vez levanté la cabeza.

Pero no la mirada.

Ayer, iba practicando eso del braceo porque, sinceramente, no se me da, no lo entiendo, no lo considero un movimiento natural del cuerpo. Siempre llevo los brazos pegados, colgados de algo, sosteniendo algo; por lo menos ya no los dejo colgar a los lados como idiota - sí, también en la adolescencia. Toda la primaria estuve en la escolta y el braceo era un suplicio, pero mi resolución de obedecer órdenes me movía los brazos en el ángulo necesario, éramos buenas y yo una nerda totalmente clueless. Ya en la prepa, - yo sabía que no debía, que era una pésima idea, que Diana tiene mucho corazón y muy poco miedo al ridículo - acepté ayudar en la escolta, enternecida y asustada por el entusiasmo de la niña más nerd de toda la generación, y participar en el concurso intraescolar. Error. No moví los brazos, hice toda la rutina sin bracear, oía a la gente preguntándose por qué no bracea?, hasta la risa del milo, el entonces bastardo que me rompió el corazón, entre la de sus amigos, muchas risas contenidas y otras no tanto. Horror. Una pequeña pesadilla que le dió cuatro vueltas a la plaza cívica y me persigue, provocándome momentos de bochorno post-bochorno, como ayer, mientras practicaba el braceo. No me explicaba dónde metí la cara todo ese tiempo y entonces pude ver la falda de la compañera de enfrente. Siempre veía la falda de la compañera de enfrente, por eso he podido pasar por todo evitando sólo algunos choques y entendiendo muy poco, sabiendo casi nada. Ayer, mientras practicaba el braceo, levanté la mirada y delante de mí había un mundo.