lunes, 9 de junio de 2008
La femme del décimo piso.
Llueve precioso, hay luz muy gris, cigarros, madredeus y massive attack, árboles muy verdes, nubes malévolas en el horizonte, sobre grandes edificios, grandes fracasos y grandes tragedias de la ciudad tan grande. Y yo, viendo la pantalla a veces, a veces la ventana y a los niños de la secundaria que no deberían de verme fumando tan oronda y sin sostén todo el día - not that anybody should ever see this. Pienso en que sería un pésimo ejemplo para mis hijos. La llegada de mi regla cada mes me parece una manifestación de la otrora imposible prudencia de dios. Veo a mis hijos adultos, lejos de mi vida; yo una vieja amargada, fumando en la ventana, resentida por su olvido, demasiado orgullosa para acercarme, cuando, seguramente, fui yo quien se alejó haciendo berrinches por mis heridas de madre sufrida. Miserables, si les va bien. Desquiciados que me odiarán profundamente si llegamos a vincularnos, si enloquezco como todas las madres y los vuelvo míos como cosas, si ellos me buscan cuando me voy, si no aprenden a escapar. Miro hacia enfrente, qué puedo decir?, en las nubes no hay niños de secundaria. Llueve precioso y asi los cigarros saben más rico.