Aquí la gente la hacen personas de verdad - todo va en serio, hasta las bromas. El estatus es lo que los mueve - hacia la felicidad, la pretención, el resentimiento - y siguen las reglas del juego de la respetabilidad y la traición constante, lo que los lleva a un individualismo muy marcado y a la vez entretejido con la otredad hasta lo vulnerable en una competencia perpetua, el que no tranza no avanza ni a putazo limpio, uno debe de conocer su lugar, los nombres y estrategias de los inmediatos y saludar a extraños constantemente. Son hartos burros tras el olote y el que tiene más saliva traga más pinole. A la visita se le da una bienvenida cálida y generosa, al par una guerra constante o una alianza invaluable. Si bien es cierto que en todos lados se cuecen habas, aquí son toneladas y hay que andar al tiro porque el que no corre, vuela. Esta ciudad es en realidad muchas ciudades, particulares todas ellas, ha hecho personas apuradas, llenas de identidad y sentimiento, se dejan ver movidos por la carne y le dan floridamente al melodrama y la pasión, sin descuidar el rol que les corresponde, no todos somos iguales, se entregan a su protagonismo, todo envuelto en deliciosas historias y frases de mil colores. Aquí la vida es intensa.
Lejos estoy de la franqueza y sencillez de la gente del norte, pero no he tenido tiempo de extrañarla.